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La víscera más reciente de este cadáver:

Cuando las ánimas bajan

 Abraham Aguilar —Sí, eso me dijo, que vio al Gabriel como por estos tiempos de secas. Que venía bajando por el cerro una mañana de esas donde hay harta neblina.             —No papá, no le creo —dije—. ¿Cómo pudo verlo mi abuelo si el Gabriel murió hace casi diez años? Ya ni yo me acuerdo de él. —Saqué otra mazorca de las hojas y la eché en el guangoche.             —Pos yo no sé. Según tu abuelo, Gabriel venía en medio de la niebla y que se paró a saludarlo. Tu abuelo decía que su voz era como lejana, como si solo fuera un resuello. Ya ves que cuando va a llegar noviembre las ánimas bajan del cerro. La niebla viene con ellas.             —Yo no creo en espíritus —le dije, vaciando mis mazorcas en el costal. No volvimos a hablar de eso en toda la tarde. Cuando llegué a la casa, fui al arrollo que pasaba por atrás de la casa y me di un baño. Mientras estaba en el agua, pensé en Gabriel y en mi abuelo. Quiera Dios que Papá Chuy no ande penando como esas otras ánimas. Mi abuelo m

El ave de alas sangrientas

  Cuento participante del Congreso Nacional de Creadores Literarios II, Aguascalientes 2019 Ya estás harto de conducir por la carretera. Es primero de noviembre y los autos proliferan sobre el asfalto como moscas caminando encima de un cadáver. Enciendes la radio y sintonizas una mala estación local donde suena un noticiero conducido por una mujer de voz chillona; entonces te percatas de que la nota en turno es sobre el pueblo donde creciste y al cual regresas cada temporada de muertos.             — … el pasado octubre fue uno de los más violentos de la historia, y el inicio del nuevo mes no es muy prometedor —anuncia la conductora—. Esta mañana ha aparecido otra persona sin vida y con las mismas marcas de violencia que víctimas anteriores: al menos cinco apuñaladas en el pecho. La nueva víctima es un joven de escasos veintidós años. Recordemos que desde septiembre se han presentado estos crueles hechos y, hasta el Sol de hoy, no hay responsables por las violentas muertes. Y, bueno,

El color del cielo

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Abraham Aguilar Cuento participante de la Antología Zombi II (octubre 2019) I El dolor nace de tu vientre y florece en la columna, ramificándose hacia los brazos y alcanzando la punta de los pies. —¡Ha llegado la hora! —exclama una mujer viéndote con euforia en los ojos. Sale del cuarto para luego entrar con el sacerdote de manos frías y rostro enflaquecido. Él acaricia tu vientre abultado ignorando tus gritos de dolor que, seguramente, están atrayendo a las fieras que reinan el exterior. —¡Precioso el acto de la vida! —exclama el sacerdote, extasiado—. Hay que preparar el altar. —musita—. No temas, hija: todo saldrá bien. Tu bebé es nuestra esperanza. Luego de lo que parece una eternidad, llegan dos hombres que te levantan y te conducen hacia el interior de la iglesia iluminada con veladoras; allí, bajo la mirada frívola de los santos, se encuentra un grupo de personas esperándote. II — ¡Cierren bien la puerta! Mujer, apúrate… Atráncale allí. —Tu padre respira entrecortadament

Eduviges

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Abraham Aguilar  *Cuento participante del Segundo Encuentro Universitario de Escritores Jóvenes de Morelia (Mayo, 2018)  Cuando la anciana salió de su casa un chico en patineta estuvo a punto de arrollarla. Masculló una maldición y luego avanzó hacia la iglesia donde las campanas anunciaban la misa de doce. Tras ella, y en completo silencio, vio a su marido con quien había compartido los últimos cincuenta y dos años de vida. Al arribar a la plaza del pueblo, los recuerdos en la mente de Eduviges se hicieron presentes y la nostalgia la invadió. Con un nudo en la garganta, volteó a ver a su esposo y le dijo: —¡Oye, viejo, hazme caso! Se me hace que recuerdo cuando te conocí… ¡No pongas esa jeta! Ey, sí, sí, aquí merito: era un quince de septiembre por la noche. —La mujer, sentándose en una de las bancas de la plaza, miró su reloj y comprobó que aún faltaban veinte minutos para que la misa comenzara—, ¿Tú recuerdas algo, viejito? —preguntó pero el hombre no emitió ningú